Por las calles de Hanoi es frecuente encontrarse con algún oficio inexistente en España, ya sea porque nunca existió o porque la industrialización acabo con él y nos lo encontramos aquí, como un vestigio de otros tiempos.
Uno de estos oficios es el de reparador de pinchazos; diseminados por las esquinas vemos los talleres de reparación de pinchazos con todo lo necesario: inflador, palancana con agua para localizar el pinchazo y parches que supongo tendrá el operario en el bolsillo porque no los veo.
Como este lujoso taller de pinchazos en el que al equipamiento básico se ha añadido una hamaca colgada de una señal de tráfico donde el operario dormita esperando a que alguien pinche durante su extenuante jornada laboral.
Me pregunto si merece la pena trabajar para otros, si con una simple bomba y una palancana puede uno montar su propio taller y ser EMPRESARIO.