Todo empezó con unos pequeños puntitos en la ropa. Un día al abrir el armario observe que la chaqueta presentaba unos pequeños puntos; se habrá manchado pensé, sin darle mayor importancia y la mande lavar.
Craso error, al poco volvieron a parecer y se fueron haciendo cada vez más grandes hasta que algunas zonas de la ropa adquirían un jaspeado verdoso; era moho!!!.
Desde aquella aciaga mañana mi vida se ha convertido en una lucha continua, ya no solo tengo que vigilar a las hormigas. Con las que había llegado a un tácito acuerdo; yo las dejaba unas miguitas en un extremo de la habitación para que se alimentaran y ellas entretenidas en el festín me dejaban tranquilo sin adentrarse en el resto de la habitación. Mi estrategia ha fracasado estrepitosamente, con la buena alimentación el hormiguero debe de haber crecido considerablemente, ya no se conforman con una esquina y a cada rato debo quitarme alguna exploradora que sube por mis brazos o piernas.
Como iba diciendo todo empezó con unas pequeñas motas en la ropa que se van haciendo cada vez más frecuentes. Basta con dejar algo de ropa unos días en el armario para que hagan acto de presencia. Poco a poco, a pesar de la incesante lucha de limpieza y ventilación para reducir la humedad el moho verde va extendiendo sus dominios; después de invadir la ropa del armario han comenzado a aparecer manchas de moho en los zapatos, las fundas de las raquetas, las maletas….de noche cuando me acuesto siento su presencia por todas partes. Saco tímidamente la cabeza de debajo del edredón, entre las sombras me parece ver, temeroso, como la mancha verde se va extendiendo cubriendo todo con un jaspeado verde que va cerrándose a mí alrededor cercando mi refugio.
He ido a coger el reloj y también él ha sucumbido al inexorable ataque del moho. Y he pensado: pero ¿cuánto tiempo llevo aquí?. Creo que ya es hora de volver.