viernes, 22 de marzo de 2013

Amores al viento



Paseando por un templo en Tailandia encontré este árbol cargado de campanas.




La campana tibetana es un instrumento ritual que simboliza el saber, la compasión y la sabiduría que conducen al estado de Buda y a la iluminación.  También representa un cáliz invertido: símbolo de lo femenino, creador de vida.

A mí estas campanas con sus corazones colgantes sobrescritos, en los que no entiendo lo que pone,  me recuerdan la moda de las parejas de novios de enganchar un candado con sus iniciales en los puentes. Costumbre que no acierto a comprender: ¿Es amor un amor encadenado?.


                                           Foto blog: Ni me va ni me viene


Me gusta imaginar que las inscripciones son los nombres de los enamorados que han puesto las campanas para que el viento al mecerlas esparza su amor con su sonido. Volamos juntos porque queremos, no porque nada nos ate ni nos obligue.




Claro que a veces el amor, como el viento, viene y va. Esto me recuerda el poema de Agustín García Calvo cantado por Amancio Prada Libre te quiero

Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.

Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.

Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.

Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
se despereza,
pero no mía.

Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

martes, 5 de marzo de 2013

Protocolos médicos


Hasta llegar aquí yo pensaba que la medicina occidental era algo bastante estandarizado, con unos protocolos médicos  semejantes, independientemente de donde estuviera uno. ¡Que equivocado estaba!.

Esta mañana acudí al hospital a la consulta del podólogo para que me quitaran un ojo de gallo que tengo entre dos dedos de los pies, algo que ya había hecho antes en España y que no llevaba más de 10 minutos en los que el podólogo con un bisturí elimina la dureza de la piel sin mayores problemas, y sin causar herida alguna a la epidermis que hay debajo. Todo empezó de una forma más o menos normal. El doctor inspeccionó el pié y dijo que no había ningún problema en quitarlo, que si me venía bien venir al día siguiente. Accedí. En ese momento su asistente empezó a pasarme a firmar un montón de papeles : descargo de responsabilidad del hospital en caso de que algo saliera mal y presupuesto de la operación (12.500.000vnd) que tendría que pagar yo si el seguro no se hacía cargo. Mientras firmaba le pregunté al Dr. si no le parecía un poco excesivo para quitar un ojo de gallo. A lo me contestó que los dedos sangraban mucho y tendría que hacerme un torniquete. A continuación me pidió que siguiera a su asistente para ver al anestesista!!.

Mientras esperaba para ver al anestesista mi imaginación empezó a dispararse. ¿Pero que quieren hacerme en el pié? Si esto es una práctica incruenta que ya me han hecho otras veces en España sin hacerme daño, sin que salga una gota de sangre, en solo 10 minutos, y llevo aquí con los preparativos medía mañana. El pulso empezó a acelerarse, la boca se me secó, sudores fríos recorrían mi frente. Me imaginaba al doctor con una moto-sierra….En este momento me tocó el turno de entrar a ver al anestesista, el cual me explicó que tendrían que ponerme anestesia general !!.   No pude más, salí corriendo presa de un ataque de pánico ante lo que pudieran estar tramando los doctores.


 

Ya en la calle me tocó lidiar con dos conductores de moto-taxi que se peleaban entre ellos para llevarme. Supongo que peleaban pensando en el jugoso beneficio que esperaban sacar estafando a un occidental con dinero, cobrándome diez veces más de lo que cuesta el trayecto. Sobra decir que no utilicé sus servicios.

Está historia me recuerda otra de unos amigos que fueron con su bebé al hospital porque tenía un poco de fiebre. Hospital en el que recibieron una atención médica absolutamente normal hasta que llegó el momento de irse y el personal del hospital les dijo que el bebe tenía que pasar allí la noche.  Según les explicaron: ya era de noche, en el hospital moría gente y había muchos espíritus que podían seguir al bebe. Tenían que dejar allí al bebe para llevárselo a la mañana siguiente mientras, como todo el mundo sabe, los espíritus duermen y no iban a seguir al bebe. Incomprensiblemente no les hicieron caso. Pero tranquilos: al llegar a casa su asistenta coció un huevo con el que “ungió” al bebe para librarlo de todo mal. El bebe se encuentra perfectamente.