Paseando por un templo en Tailandia encontré este árbol cargado de campanas.
La campana tibetana es un
instrumento ritual que simboliza el saber, la compasión y la sabiduría que
conducen al estado de Buda y a la iluminación. También representa un cáliz invertido: símbolo de
lo femenino, creador de vida.
A mí estas campanas con sus
corazones colgantes sobrescritos, en los que no entiendo lo que pone, me recuerdan la moda de las parejas de novios
de enganchar un candado con sus iniciales en los puentes. Costumbre que no
acierto a comprender: ¿Es amor un amor encadenado?.
Foto blog: Ni me va ni me viene
Me gusta imaginar que las
inscripciones son los nombres de los enamorados que han puesto las campanas
para que el viento al mecerlas esparza su amor con su sonido. Volamos juntos
porque queremos, no porque nada nos ate ni nos obligue.
Claro que a veces el amor, como
el viento, viene y va. Esto me recuerda el poema de Agustín García Calvo
cantado por Amancio Prada Libre te quiero:
Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.
Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.
Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.
Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
se despereza,
pero no mía.
Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
Muy chulo
ResponderEliminarMe alegra de que te guste,
ResponderEliminarUn abrazo
¡ PERO QUÉ TE ESTÁN HACIENDO EN VIETNAM, NACHO ! ¡ OH DIOS MÍO !
ResponderEliminarEn serio, una buena reflexión. Saludos.
Carlos.
Ja, ja, ja, nada esto es pura teoría ;)
ResponderEliminarUn abrazo